Guadalajara/Jalisco/Noticias.- El proyecto propuesto en 1939 al gobernador Jesús González Gallo de formar una cruz urbana de plazas públicas alrededor de la Catedral de Guadalajara significó la pérdida de muchos edificios históricos del centro de la ciudad.

Según el arquitecto que la proyectó, Ignacio Díaz Morales, iba a ser un elemento que daría personalidad propia a Guadalajara.

A Díaz Morales algunos lo identifican como el destructor de la Guadalajara tradicional. No por su papel como fundador de la escuela de arquitectura de la Universidad de Guadalajara y creador de mucha obra urbana de indudable valía.

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“Desde la azotea (de Catedral) contemplé las dos manzanas que estaban detrás, las cuales estaban rodeadas por una serie de edificios de gran valor arquitectónico. Se me ocurrió pensar en una gran plaza: desde la misma azotea miré al norte y al poniente, y vi un jardín y un espacio sin objetivo. Fue entonces cuando concebí la idea de proyectar una Cruz de Plazas”, escribiría después el arquitecto tapatío (citado en la monografía Ignacio Díaz Morales, de Anuar Kasis Ariceaga, 2004).

Guadalajara antes de que derribaran cuatro cuadras para la Cruz de Plazas.

Díaz contó con el apoyo ante el gobernador de, ni más ni menos, Luis Barragán, el famosísimo arquitecto tapatío ganador del Nobel de la Arquitectura, el premio Pritzker.

Para completar la idea de Díaz Morales, fue necesario derruir cuatro manzanas completas del centro de la ciudad: la primera, delante de la Catedral y del palacio Municipal de Guadalajara; la ya mencionada al costado derecho de Catedral, y dos manzanas situadas entre la Catedral y el Teatro Degollado.

Así, aprobada la Cruz de Plazas por el gobernador Jesús González Gallo, comenzó la remoción de edificios históricos de los que ahora queda sólo memoria gráfica.

En donde está ahora la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres estaba el Templo de la Soledad. En su momento, de acuerdo a quienes llevaron a cabo la infame labor de destruir el hermoso edificio con su distintiva torre, costó mucho trabajo echar abajo por lo bien hecho de su construcción.

Templo de la Soledad, junto a Catedral.

Aunque Díaz Morales pretendió conservar el templo, fue González Gallo quien dio luz verde a su completa demolición.

A Díaz Morales no le importó demasiado derribar edificios de valor, porque se justificaba diciendo que «había sido una lástima (tirar casas y edificios), pero que lo que le había dado a la ciudad era más importante: «plazas públicas a donde ir a sentarse de balde».

Aunque ahora se le ve como un elemento que siempre ha estado ahí, más para las generaciones recientes que tienen poca o nula memora del pasado, la Cruz de Plazas es sin duda parte de la imagen del centro tapatío. Pero queda siempre a debate si valía la pena acabar con patrimonio histórico para hacer plazas para «ir a sentarse de balde».

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