El pintor, vulcanologo, escritor y luchador social, Gerardo Murillo, nació en Guadalajara en 1875. Durante sus años mozos, se trasladó a Aguascalientes, y después a la capital del país, donde realizó estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes.
Como profesor de la Academia de San Carlos, alentó opiniones vanguardistas, y a todo tiempo libertarias, que lo separaron del resto de sus compañeros. No fue proclive al movimiento del Muralismo, bandera cultural del Nacionalismo Revolucionario.
Viajó a Europa, becado por el gobierno de México y el de Jalisco. En 1912 radica en París, desde ahí conforma la Liga Internacional de Escritores y Artistas, y también su órgano de difusión, «Actión D’Art».
En el viejo mundo estudió Filosofía y también Derecho, participó en publicaciones y movimientos intelectuales a favor de las causas libertarias. Cambió su nombre por el apelativo de Dr. Atl (del náhuatl, que significa agua), como un alegato a favor de que los seres humanos, también determinan su devenir. «Soy el Dr. Atl, porque soy el Dr. Atl, y todo lo bueno o malo que he hecho y que tenga cierto color, lo hice yo«; llegó a decir.
Pugnó por la creación de una ciudad para Intelectuales y artistas en Europa, un lugar utópico, pero real, donde los creadores pudieran realizar sus obras, y perfeccionar su aportación al género humano.
El golpe militar en el que fue asesinado Francisco I Madero, en 1913, lo hizo retornar a México, uniéndose a la causa Revolucionaria, a favor de Venustiano Carranza. Desde su posición de intelectual, participó en las negociaciones entre Zapata y el propio Carranza. Fue Director de la Escuela Nacional de Bellas Artes.
Se inició en la vulcanologia, estudiando de cerca a los volcanes Izztacihuatl y el Popocatépetl, además del nacimiento del Paricutín. Realizó textos acerca de sus observaciones, apoyadas por imágenes concebidas por él mismo.
Como pintor, para muchos Gerardo Murillo, es considerado el sucesor de José María Velasco. El paisajismo lo arropó, concibió una técnica preciosista, donde enalteció los poderosos nubarrones, los cerros y montañas que hierven en un feroz misticismo plástico, alentadas por la confección de sus propios materiales y una estética personalísima.
Esos mismos paisajes sin par, resultaron la mejor manera de enfrentar a un Nacionalismo en el arte, autocomplaciente y ramplón, saturado de imágenes de héroes y un indigenismo condescendiente con el régimen.
Sus ideas radicales, a menudo le costaron la persecución y la discordia de los grupos culturales del país, eso no lo detuvo, también fue periodista y escritor.
Protagonizó una relación, novelesca, con la también poetisa y pintora Carmen Mondragón, mucho menor que él, y a quien él mismo rebautizó con el nombre de Nahui Olin. Ambos, fueron la comidilla de la sociedad, cuando en la capital se mudaron para vivir juntos, en cuarto de azotea de quinta categoría.
Debido a sus viajes y expediciones constantes, perdió la pierna izquierda, sin embargo, eso aumentó aún más su espíritu aventurero que no se detuvo.
En el campo literario, escribió un libro sobre el Popocatépetl, además de una monografía sobre el Paricutín. Escribió una colección de cuentos que tienen como eje central sus propias vivencias, en el marco de la Revolución Mexicana.
Ayudó a fundar los llamados «batallones rojos» en 1915, un grupo paramilitar compuesto por obreros afines a la causa carrancista, que después se unieron al Ejercicio Constitucionalista.
Contradictorio como fué, a la llegada de la Segunda Guerra Mundial, Gerardo Murillo, levantó la mano a favor de las causas de Adolfo Hitler, y por invitación de José Vasconcelos, escribió en la Revista «Timón«, un órgano de divulgación cultural abiertamente pronazi, que fue clausurado por el gobierno en 1940.
En 1956, recibió la Medalla Belisario Domínguez, y posteriormente el Premio Nacional de Bellas Artes. Falleció el 15 de agosto de 1964 en la Ciudad de México. El jalisciense Gerardo Murillo, Dr. Atl, es uno de los personajes más interesantes de la vida cultural de México, su campo de acción e influencia abarcó las ideas, la lucha social, las letras y las artes plásticas, sus restos descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres.